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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo"
Óscar Wilde

viernes, 22 de enero de 2010

El espectro blanco


El verano pasado, durante las fiestas del pueblo, vi pasar a una chica montada en un caballo blanco. Entonces recordé una antigua leyenda que siempre contaba mi abuelo y decía así:

A finales del siglo XIX, en un pueblo cercano a Toledo vivía una familia de burgueses poseedores de grandes riquezas.

Habitaban en una inmensa y antigua mansión de piedra, rodeada de bosques, por cuyos muros ascendían las enredaderas cubriéndola casi por completo. Todo ello, le daba cierto aspecto tenebroso que hacía que las gentes del pueblo inventasen leyendas sobre la casa.

El matrimonio tenía una única hija llamada Elvira. Elvira era tan hermosa que todos los jóvenes de los alrededores se sentían enamorados de ella. Había también en el pueblo un apuesto y engreído joven, llamado Gerardo, perteneciente a una noble familia.

El muchacho estaba acostumbrado a que todas las mujeres cayeran rendidas a sus pies, todas excepto Elvira, que sólo tenía ojos para su prometido Fernando.

Cada tarde, antes de ponerse el Sol, Elvira solía cabalgar con su caballo blanco por los bosques de su padre. Un día, su prometido, se acercó a las lindes del bosque para encontrarse con ella. Fernando le propuso verse a media noche en un claro, al lado del río.

Se encontraron varias noches seguidas y cada día se sentían más enamorados.

Después de varias semanas, una noche, Fernando se retrasó. Elvira esperó paciente junto a su caballo.

Al cabo de unos minutos, vio una silueta entre los arbustos. Se dirigió hacia ella y gritó:

- ¡Fernando!. Pero, horrorizada, distinguió en la oscuridad la cara de Gerardo, con los ojos de maldad, y la ropa cubierta de sangre.

Entonces comprendió que había matado a Fernando. In tentó escapar, pero Gerardo se abalanzó sobre ella. El caballo intentó defenderla y Elvira pudo huir.

Corrió y corrió desesperadamente gritando el nombre de su amado, perseguida por el malvado joven, cayendo, finalmente, por un precipicio. El mismo precipicio por el que había arrojado el cadáver de Fernando. El caballo desbocado se perdió en el bosque, buscando a su dueña.

Desde aquel día, según cuenta la leyenda, si un joven se pierde por la noche en el bosque es conducido hacia el precipicio por el espectro de un caballo blanco.

M.H., 2ºC

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