La reina loba

Ibamos, silenciosamente, detrás de un arbusto cuando ¡PUM! ahí estaba:

-Papá, papá, dispara -susurré

-Tranquila Lucía, todo a su momento... -.

-No creo que esto sea necesario, más tarde os podéis arrepentir -dijo la abuela.

-No, se lo merece, esa loba ha matado a los conejos de la granja -protesté.

-Os vais a arrepentir... -finalizó.

Tras esas palabras me quedé sumamente sorprendida, sin un por qué.

Sabía que la abuela era buena, pero su reacción fue inadecuada.

A la hora de la cena comencé a observarla, sus gestos, movimientos, su forma de hablar, la mirada... todo.

Quería saber el por qué de sus palabras, pero no lograba averiguarlo, esperéa terminar de cenar e ir a pregunatarla:

-Abuela ¿por qué dijiste eso cuando estabamos en el campo? -.

-¿Qué dije, cariño? -.

-Lo de "os vais a arrepentir" -.

-¿... no crees que es hora de acostarte? -.

-No abuela, dímelo, por favor -.

-Está bien ... dije eso porque yo temo a los lobos o más bien los respeto.

Todo comenzó en mi infancia cuando mi familia y yo vivíamos en Galicia concretamente en Orense.

Vivir allí, al igual que para muchas personas, no me hizo feliz. El miedo, la inseguridad, la presencia de tantas muertes a mi alrededor me iba consumiendo poco a poco, aunque lo peor de todo era conocer a la persona que realizaba tantas maldades y no poder hacer nada al respecto.

Se llamaba Carlota, era una mujer joven, su ira y rencor se apoderaban de ella, no pensaba más que en muertes, hacía que los campesinos y el pueblo entero la pagaran las veces que quisiese, sus cientos de esclavos trabajaban de sol a sol en lo alto de la montaña en su inmenso castillo cubierto de guardias por todos lados.

Los pocos que quisieron enfrentarse a ella no terminaron muy bien.

Y así un día tras otro, al cabo de unos años la empezaron a llamar "la reina loba" por su poca piedad en matar a alguien...

-Abuela ¿por qué dices poca piedad si antes has dicho que no tenía? -.

-Porque fui testigo de que en el fondo le quedaba corazón.

Todo ocurrió uno de los muchos días de horror en los que decidí ir a dar un paseo, me adentré tanto en el bosque que me perdí aunque eso no me importó lo más mínimo y seguí mi ruta sin destino, cuando de repente, ella apareció con sus guardías tras sus espaldas; sólo bastó con mirarme para arrancarme toda esa fuerza que tenía para echar a correr sin parar.

Su vestido dorado resaltaba al anochecer con aquella luna lejana, los pájaros habían dejado de cantar y solo se oía el triste viento que iba y volvía de un lado a otro. Cada paso que daba era un latido de mi corazón, con lo asustada que estaba no tuve más remedio que arrodillarme y dejar que clavara su espada en mi cabeza rápida y brevemente.

Sabía que lo iba hacer sin pensarlo dos veces ya que este bosque la pertenecía y no tenía ningún derecho a estar en él. Antes de que me matara la supliqué, la pedí clemencia. Lo más asombroso fue que ella las aceptara y me perdonara la vida, después dio media vuelta y desapareció entre la niebla.

Al cabo de unos días los vecinos del pueblo organizaron una asamblea al fin de acabar con aquella situación, todo lo planificaron con todo lujo detalles para que cada paso nuestro fuera uno menos para ella.

Transcurrieron otros muchos días, hasta que uno como otro cualquiera, la gente empezó a reunir todo tipo de armas que les sirviera para luchar, desde una simple cacerola hasta cientos de miles de espadas.

Dejaron caer la noche y luchar. A lo lejos desde el castillo de Carlota se podía ver y oír a todo un pueblo enfadado y con ganas de ganar una batalla .

Subieron al castillo por donde pudieron, árboles, escaleras, trepando... en fin por todos sitios.

Empezaron a luchar hasta los niños contra los perros tirándoles piedras, las mujeres vigilaban la torre más alta que era donde aguardaba la reina loba mientras que los hombres se enfrentaban a los guardias.

-Y tú abuela, ¿dónde estabas? -.

-Yo hija... yo estaba observando todo ese caos desde una lejana colina junto a mi familia, al final como es lógico, el pueblo venció-.

Carlota al verse sola, desprotegida sin poder, ni fuerzas, saltó desde lo alto de la torre y cayó en picado a las afiladas rocas, nunca se encontró el cuerpo, por eso se dice que su alma vive en los lobos.

-Vaya, es asombroso... aunque no termino de explicarme una cosa: ¿cómo pudo compaderse de ti si sólo eras una más del pueblo? -.

-Eso tiene explicación, como todo en esta vida, fue porque... -.

Calló de inmediato y no volvió a pronunciar palabra durante un buen tiempo, no quise ponerme impaciente, así que esperé.

Suspiró y dijo:

-Porque yo era su hermana.

A.I. T, 2ºC

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